Aunque el origen exacto no está confirmado, se cree que las primeras bolas de nieve aparecieron en Francia, concretamente en la Exposición Universal de París, en 1878. ¡Hace ya 139 años! Y tan sólo un año después, estos juegos ya se comercializaban por toda Europa.
El boom llegó unos pocos años más tarde, en 1889, cuando se fabricó un modelo de bola de nieve con una miniatura de la torre Eiffel en su interior. Esa bola de cristal se convirtió en el recuerdo más vendido de la famosa construcción de acero.
La fama de las bolas de nieve se expandió y llegó a Inglaterra y a Estados Unidos, donde primero se convirtieron en un objeto de coleccionista, y más tarde en un regalo de publicidad de pequeñas y medianas empresas y comercios, para sus clientes.
Respecto a los materiales con los que se fabricaban estos objetos, en sus comienzos se hacían con pesado cristal de plomo y una base de cerámica. La nieve estaba hecha con virtuas de huesos, serrín, arena o porcelana.
Más tarde, el cristal se hizo más ligero, y la nieve fue hecha con pan de oro, escamas de jabón o pequeños trozos de plástico.
Para el líquido interior, al principio se usaba agua, que evolucionó a aceite ligero o anticongelante, para hacer la caída de la nieve más lenta.
Las bolas de nieve llegaron a aparecer en varias películas clásicas, por ejemplo, en Ciudadano Kane, película que comienza con una escena en la que Orson Welles, dormido, deja caer una bola de cristal de nieve con una casita en su interior.
Hoy en día, se pueden comprar bolas de nieve de diversos materiales y diseños, hechas de forma artesanal o fabricadas a granel. Pero lo que todas ellas tienen en común es su poder de relajación y tranquilidad. ¿Quién no se ha entretenido alguna vez, de pequeño o de adulto, girando una bola de nieve y simplemente viendo cómo va cayendo lentamente la nieve?
No hay comentarios:
Publicar un comentario